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Calcio y vitamina D aliados contra la osteoporosis

Calcio y vitamina D: aliados contra la osteoporosis

La osteoporosis es una enfermedad de los huesos que los vuelve débiles y frágiles. Imaginemos que los huesos, que normalmente son densos y resistentes, se van volviendo porosos y huecos por dentro, como una esponja vieja. Esta debilidad hace que sean mucho más propensos a romperse con facilidad. A esta condición se la conoce como una «enfermedad silenciosa» porque, en sus etapas iniciales, no suele presentar síntomas evidentes. A menudo, la primera señal de que alguien la padece es una fractura, que puede ocurrir tras una caída leve, un tropiezo, o incluso sin un golpe aparente, como al toser con fuerza.

La osteoporosis es un problema de salud global que afecta a millones de personas, con un impacto significativo en la calidad de vida, la independencia y, lamentablemente, en la mortalidad, especialmente en la población de adultos mayores. Entender qué es, cómo se diagnostica a tiempo y, fundamentalmente, cómo el calcio y la vitamina D juegan un papel crucial en su prevención y tratamiento, es esencial para mantener nuestros huesos fuertes y saludables a lo largo de los años.

¿Qué es la osteoporosis y a quién afecta?

La osteoporosis se define como una baja densidad mineral ósea causada por una microestructura ósea alterada (1). Pensemos en esa densidad como la «cantidad de material» o la «solidez» de los huesos. Cuando esa solidez disminuye demasiado, los huesos se vuelven frágiles. La forma más precisa y reconocida para medir esta densidad y diagnosticar la osteoporosis es a través de un examen llamado densitometría ósea (DXA).

La osteoporosis es una enfermedad muy común a escala mundial. Una de cada 3 mujeres y uno de cada 5 hombres sufren de osteoporosis y se cree que estos números se duplicarán en un futuro. En ese sentido, es posible identificar tres tipos:

Osteoporosis posmenopáusica: afecta con frecuencia a mujeres mayores de 45 años. Está relacionada con la caída en los niveles de estrógenos que ocurre durante la menopausia, lo cual reduce la absorción de calcio y disminuye la acción de la hormona paratiroidea (PTH), ambas esenciales para mantener huesos fuertes.

Osteoporosis senil: es más común en personas de edad avanzada y se debe principalmente a la pérdida progresiva de masa ósea asociada al envejecimiento natural del cuerpo.

Osteoporosis inducida por corticoides: aparece como efecto secundario del uso prolongado de ciertos medicamentos, como los corticoides, que pueden debilitar los huesos con el tiempo (2).

¿Por qué se debilitan los huesos en la osteoporosis?

Nuestros huesos son mucho más dinámicos de lo que podríamos pensar; no son estructuras estáticas. Constantemente están en un proceso de remodelación, que es como un equilibrio delicado entre dos actividades: por un lado, se elimina hueso viejo y dañado (resorción ósea) y, por otro, se forma hueso nuevo (formación ósea). En condiciones normales, estos dos procesos están perfectamente coordinados, asegurando que nuestros huesos se mantengan fuertes y sanos.

Sin embargo, en la osteoporosis, este equilibrio se rompe. La balanza se inclina hacia la resorción ósea, lo que significa que el cuerpo elimina más hueso del que es capaz de crear. Esta pérdida neta de masa ósea, combinada con un deterioro de la microarquitectura interna del hueso, lo hace más poroso y débil (1).

Factores de riesgo: ¿Quiénes tienen más probabilidades de tener osteoporosis?

Conocer los factores de riesgo es clave para la prevención. Podemos clasificarlos en dos grupos:

Factores de riesgo que no podemos cambiar (no modificables):

  • Sexo: la osteoporosis puede afectar a mujeres y hombres. La disminución del estrógeno en las mujeres en la menopausia, así como la disminución de la testosterona en los hombres durante la etapa de la vejez puede incidir en la aparición de esta condición de salud.
  • Edad: el riesgo de osteoporosis aumenta progresivamente con la edad.
  • Raza/etnia: Las personas de ascendencia caucásica y asiática tienen un riesgo genético mayor.
  • Antecedentes familiares: si un familiar cercano (padres o hermanos) tuvo osteoporosis o sufrió una fractura por fragilidad, tu riesgo es mayor.
  • Constitución delgada: tener un bajo peso corporal o un índice de masa corporal (IMC) bajo.

Factores de riesgo que sí podemos cambiar o controlar (modificables):

  • Ingesta insuficiente de calcio y vitamina D: no consumir las cantidades adecuadas de estos nutrientes a lo largo de la vida.
  • Estilo de vida sedentario: la falta de ejercicio que implique cargar peso debilita los huesos.
  • Tabaquismo: fumar es tóxico para las células que forman hueso y altera el equilibrio hormonal.
  • Consumo excesivo de alcohol: interfiere con la absorción de calcio y la función de la vitamina D.
  • Consumo excesivo de cafeína: puede contribuir a una mayor eliminación de calcio por la orina.
  • Ciertas condiciones médicas: enfermedades como la enfermedad renal crónica, celiaquía, enfermedad inflamatoria intestinal, hipertiroidismo, hipogonadismo, artritis reumatoide, diabetes tipo 1 y 2, entre otras, pueden afectar la salud ósea.
  • Uso de ciertos medicamentos: El uso prolongado de corticosteroides como la prednisona pueden aumentar el riesgo de osteoporosis (3).

Densitometría ósea, un estudio clave

Dado que la osteoporosis es una enfermedad «silenciosa», su diagnóstico a menudo se realiza cuando ya hay un riesgo importante, o lamentablemente, después de la primera fractura por fragilidad. El método estándar para diagnosticarla es la densitometría ósea (DXA). Este examen utiliza una pequeña cantidad de radiación para medir la densidad mineral de los huesos, generalmente en la columna lumbar (parte baja de la espalda) y el fémur proximal (cadera). Es un examen bastante sencillo y no invasivo.

La DXA se recomienda para:

  • Mujeres posmenopáusicas que no reciben terapia con estrógenos.
  • Personas con antecedentes familiares o personales de tabaquismo o de fracturas de cadera.
  • Mujeres posmenopáusica de estatura alta (más de 1,70 m) o con bajo peso (menos de 57 kg).
  • Hombres con enfermedades asociadas a la pérdida ósea, como artritis reumatoide o enfermedad crónica renal o hepática.
  • Personas con tratamientos con corticoides (p. ej., prednisona), anticonvulsivantes (p. ej., fenitoína) o algunos barbitúricos, o que reciben dosis elevadas de hormonas tiroideas.
  • Personas con diabetes tipo 1, enfermedad hepática o renal, o antecedentes familiares de osteoporosis.
  • Personas con niveles elevados de colágeno en la orina.
  • Pacientes con patologías tiroidea o paratiroidea, como hipertiroidismo e
  • Quienes hayan sufrido fracturas tras traumas leves.
  • Personas con fracturas vertebrales u otros signos de osteoporosis.(4).

Calcio y vitamina D, pilares de prevención y tratamiento

Una ingesta adecuada de calcio y vitamina D es absolutamente esencial para la salud de tus huesos a lo largo de toda la vida, desde la infancia hasta la vejez. Estos dos nutrientes forman la base de cualquier estrategia efectiva para prevenir y tratar la osteoporosis.

El calcio: el «ladrillo» del hueso

El calcio es el mineral más abundante en el cuerpo y el componente estructural clave de nuestros huesos y dientes. Pero su función va más allá de dar solidez; el calcio también es vital para muchas otras funciones corporales, como la contracción muscular, la transmisión de señales nerviosas y la coagulación sanguínea. Por esta razón, es necesario tener una ingesta adecuada de este mineral, ya que su déficit tendrá un impacto a largo plazo en la densidad de los huesos, así como en las funciones esenciales mencionadas anteriormente.

¿Cuánto calcio necesitas? Las recomendaciones de ingesta diaria de calcio pueden variar ligeramente entre diferentes organizaciones de salud, pero generalmente se sitúan en torno a:

  • Adultos (19-50 años): 1000 miligramos (mg) al día.
  • Mujeres mayores de 50 años y hombres mayores de 70 años: 1200 mg al día.
  • Adolescentes: 1300 mg al día.

¿Dónde encontrar calcio? Las mejores fuentes de calcio son los alimentos que consumimos diariamente:

Productos lácteos: leche, yogur, queso. Son fuentes excelentes debido a su alta concentración y buena absorción de calcio.

Vegetales de hoja verde: brócoli, col rizada, acelga. Aunque las espinacas también contienen calcio, su absorción es menor debido a la presencia de oxalatos.

Pescados con huesos blandos: sardinas enlatadas, salmón enlatado.

Alimentos fortificados: Muchos alimentos en el mercado están enriquecidos con calcio, como algunos zumos de naranja, cereales para el desayuno y bebidas vegetales (de soja, almendra, avena, etc.) (5).

Vitamina D: la «llave» para absorber el calcio

La vitamina D es una vitamina liposoluble (soluble en grasa) que es crucial para la salud ósea. Su papel principal es actuar como una «llave» que permite que el cuerpo absorba el calcio de los alimentos en el intestino y lo incorpore de manera efectiva en los huesos, participando activamente en los procesos de crecimiento y remodelación ósea. Sin suficiente vitamina D el cuerpo no podrá aprovechar el calcio de manera adecuada, lo cual puede contribuir a la pérdida ósea .

¿De dónde obtenemos vitamina D?

Exposición solar: La fuente más importante de vitamina D es la exposición de la piel a la radiación ultravioleta B del sol. Cuando la luz solar incide en la piel, se inicia la síntesis de vitamina D3. Sin embargo, factores como la latitud, la estación del año, la hora del día, el uso de protector solar, la pigmentación de la piel y la edad pueden limitar esta producción.

Alimentos: pocos alimentos contienen vitamina D de forma natural en cantidades significativas. Los pescados grasos como el salmón, el atún y la caballa son las mejores fuentes dietéticas. También se encuentran pequeñas cantidades en el hígado de res, el queso y la yema de huevo.

Alimentos fortificados: al igual que con el calcio, la leche, algunos yogures, cereales y zumos de naranja a menudo están fortificados con vitamina D.

¿Cuánta vitamina D necesitas? Las recomendaciones de ingesta de vitamina D también varían, pero en general se sugieren:

  • Adultos (19-70 años): 600 Unidades Internacionales (UI) al día (equivalente a 15 microgramos/día).
  • Adultos mayores de 70 años: 800 UI al día (20 microgramos/día) (6).

Sin embargo, para pacientes con osteoporosis o con riesgo de deficiencia de vitamina D, a menudo se necesitan dosis más altas para alcanzar niveles séricos óptimos de 25-hidroxivitamina D (la forma de almacenamiento de vitamina D en la sangre). En ese sentido, la vitamina D se puede suplementar como D2 (ergocalciferol) o D3 (colecalciferol); la D3 es generalmente preferida por ser más potente y tener una mayor duración de acción en el cuerpo.

Suplementos de calcio y vitamina D: evidencia de su eficacia

Cuando la ingesta de calcio y vitamina D a través de la dieta y la exposición solar es insuficiente, los suplementos se convierten en una herramienta crucial en el manejo de la osteoporosis. Es importante recordar que estos suplementos no son un reemplazo de una dieta saludable, sino un complemento para asegurar que se alcancen los niveles necesarios para la salud ósea.

La evidencia científica ha respaldado consistentemente el papel de los suplementos de calcio y vitamina D, especialmente en grupos de alto riesgo de fracturas osteoporóticas:

  • Reducción de fracturas: un metaanálisis de Cochrane que analizó 53 ensayos sobre la eficacia de los suplementos de vitamina D, con o sin calcio, para prevenir fracturas en mujeres posmenopáusicas y hombres mayores, concluyó que la suplementación con vitamina D y calcio combinados redujo el riesgo de fracturas de cadera y otras fracturas no vertebrales. Esto resalta la sinergia entre ambos nutrientes: la vitamina D facilita la absorción del calcio para que este pueda ser efectivamente utilizado en el hueso (7).
  • Reduce la pérdida ósea: diversos estudios han demostrado que la suplementación adecuada con calcio y vitamina D puede ayudar a reducir la pérdida de densidad ósea. Un ensayo clínico de 1997 ya mencionaba este punto, al mostrar los efectos de tres años de suplementación en adultos mayores de 65 años. Los resultados del estudio demostraron que el calcio y la vitamina D redujeron moderadamente la pérdida ósea medida en el cuello femoral, la columna y todo el cuerpo durante el período de estudio y se redujo la incidencia de fracturas no vertebrales (8).

Consideraciones importantes sobre los suplementos:

  • Tipo de calcio: los suplementos de calcio más comunes son el carbonato de calcio y el citrato de calcio. El carbonato de calcio se absorbe mejor cuando se toma con alimentos. El citrato de calcio, en cambio, se absorbe bien con o sin alimentos (5).
  • Dosis de calcio: la dosis total diaria de calcio (proveniente de la dieta y los suplementos) no debe superar los 2500 mg, ya que un exceso podría asociarse con riesgos como cálculos renales o, en algunos estudios, un posible aunque debatido, aumento del riesgo cardiovascular.(5).
  • Tipo de vitamina D: la vitamina D se encuentra en dos formas principales para suplementos: D2 (ergocalciferol) y D3 (colecalciferol). La vitamina D3 es generalmente preferida porque es la forma que produce nuestro cuerpo de forma natural y se considera más eficaz para elevar y mantener los niveles sanguíneos de vitamina D (6).
  • Dosis de vitamina D: una ingesta recomendada en adultos es de 600 – 800 UI diarias. El exceso de vitamina D puede generar hipercalcemia (exceso de calcio), lo que a su vez puede generar náuseas, deshidratación, cálculos renales, entre otros (6).
  • En el caso de los pacientes con osteoporosis o población vulnerable de deficiencia de vitamina D, las dosis de vitamina D serán mayores.

Es fundamental que la decisión de iniciar la suplementación, el tipo de suplemento y la dosis adecuada sean siempre establecidas y supervisadas por un médico o un profesional de la salud calificado. Ellos podrán evaluar las necesidades individuales del paciente para recomendar el plan de suplementación más seguro y efectivo.

Referencias

  • 8.Dawson-Hughes B, Harris SS, Krall EA, Dallal GE. Effect of calcium and vitamin D supplementation on bone density in men and women 65 years of age or older [Internet]. The New England Journal of Medicine. 1997. [Consultado el 06 de junio de 2025]. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/9278463/